domingo, 1 de julio de 2012

Mi experiencia del amor de Dios


Dios permite las dudas para que vayamos a preguntarle

Algunos se quedan con la duda y Dios se queda esperando. Es como si alguien terriblemente sediento prefiriera quedarse con sed y con la pregunta de si el pozo estará vacío, en lugar de ir a tirar el cubo con la esperanza de hallar agua.

Cayó en mis manos este texto. Lo encontraron en el bolsillo de un soldado muerto en el campo de batalla:

Escucha Dios... nunca he hablado contigo. Hoy quiero saludarte. Me decían que no existes y yo... ¡tonto de mí! creí que era verdad. Nunca había mirado tu gran obra, y anoche, desde el cráter que cavó una granada, vi tu cielo estrellado y comprendí que había sido engañado.
Yo no sé si Tú estrechas mi mano, pero, voy a explicarte y sé que vas a comprenderme. En este horrible infierno he encontrado la luz para mirar tu rostro.
No sé qué más decirte. Tan sólo me alegro de haberte conocido.
Bien, Dios, me voy... Me encariñé contigo... Como sabes, habrá lucha cruenta y quizá esta misma noche llamaré a tu puerta. Aunque no fuimos nunca amigos ¿me dejarás entrar, si llego hasta ti? Pero... ¡si estoy llorando! ¿Ves, Dios mío? Ya no soy impío. Es extraño, pero ya no temo a la muerte.



Seguramente en la historia de tu vida habrá habido episodios oscuros. Tal vez te encuentras ahora en uno de ellos y te cuestionas profundamente si en verdad existe alguien que le dé sentido a todo, si alguien escucha tu plegaria. Hablas a gritos y nadie responde.   Ve y pregúntale a Dios.


Cuando te vengan dudas así, no tengas miedo. Ve y pregúntale a Dios: ¿Quién eres? ¿Cómo eres? ¿Dónde te escondes? ¿Soy alguien para ti? ¿Me conoces? ¿Me amas como soy? ¿Algún día podré conocer tu rostro?

Háblale de eso que te impide hablar con Él. Precisamente de eso. No vayas a la oración sólo con tu mente, como a un club de debates. Ve todo tú; ve tal cual eres, tal y como te sientes ahora. No temas presentarte vulnerable. Ve con humildad y confianza. Guarda silencio y espera sin miedo la respuesta. Si Dios encuentra un corazón humilde en actitud de escucha, va a responder. Puedes escribir tu plegaria, como el soldado.
Verás que Dios no está ausente, que más bien era otro el ausente… y tal vez como mecanismo de defensa culpaste a Dios de no existir para ti. La pregunta al fin no es si Dios te escucha sino si tú le escuchas a Él. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11) O vives aislado, desconectado, sin ponerle atención, o no te responde lo que tú esperabas, y entonces crees que está ausente.


No hay comentarios: