lunes, 30 de enero de 2012

Aborto y fariseísmo


Que una menor de edad pueda o no abortar sin el consentimiento de sus padres es un hecho irrelevante ante lo que en realidad se sustancia cada vez que se perpetra un aborto, que no es sino la eliminación de una vida gestante: y el estatuto de esa vida gestante es el mismo, con independencia de la edad de su madre







SEGÚN un estudio pergeñado por una asociación de abortorios, de las 36.718 mujeres que acudieron en solicitud de sus servicios desde julio de 2010 a octubre de 2011, sólo 151 eran menores de edad que lo hacían sin conocimiento paterno. Puesto que tal asociación de abortorios emplea estos datos para denunciar que «ese colectivo muy pequeño» (¡tan pequeño que sólo alcanza el 0,41%!) se hallará «indefenso» tras una hipotética reforma de la ley que obligue a las menores que deseen abortar a hacerlo con el consentimiento de sus padres, hemos de concluir que los datos no están falseados; o siquiera que no han sido rebajados. La realidad es que el número de menores que abortan sin el consentimiento de sus padres es diminuto, comparado con las cifras apabullantes de abortos registradas en los últimos años. Y presentar una reforma de la actual legislación en la que se exija a las menores el consentimiento paterno como un «refuerzo de la protección del derecho a la vida» se nos antoja, en el mejor de los casos, una hipérbole; aunque más exacto sería calificarla de chiste cínico.
Se trataría de una reforma que afectaría al 0,41% de las mujeres que abortan; y que ni siquiera aseguraría que ese porcentaje ínfimo renunciase a abortar: algunas de esas menores se resignarían a contárselo a sus padres (y no es inverosímil que, para su sorpresa, les otorgasen el beneplácito); otras abortarían clandestinamente, o en el extranjero. Una reforma de estas características, en fin, no serviría para nada, salvo para tranquilizar las conciencias farisaicas. En cambio, contribuirá paradójicamente a reforzar la consideración del aborto como un acto de mera disposición de la voluntad. Pues, ¿cuál es el mensaje que se desliza a la sociedad cuando se exige que una mujer menor de edad, para abortar, deba contar con el consentimiento paterno? Tan sólo que, para abortar, es preciso tener capacidad legal, lo mismo que para contraer obligaciones o ejercitar ciertos derechos civiles; y que, cumplido el requisito de la edad (o subsanado por el consentimiento paterno), abortar es un puro acto de la voluntad, fruto de la autonomía personal, como casarse o comprar un piso. Es decir, que la madre tiene un derecho de disposición absoluta —«derecho a decidir»— sobre la vida que se gesta en su vientre, de la que se erige en propietaria.
Siempre nos pareció que la introducción en la vigente ley de aquella chocante especificación que permitía abortar a las menores sin consentimiento paterno era una trampa que sólo beneficiaba a los fariseos que se niegan a enjuiciar objetivamente la naturaleza del aborto. Que una menor de edad pueda o no abortar sin el consentimiento de sus padres es un hecho irrelevante ante lo que en realidad se sustancia cada vez que se perpetra un aborto, que no es sino la eliminación de una vida gestante: y el estatuto de esa vida gestante es el mismo, con independencia de la edad de su madre, y desde luego del consentimiento de sus abuelos. A la postre, se demuestra que quienes introdujeron aquella chocante especificación —lo mismo que quienes ahora pretenden expulsarla— lo hicieron sabiendo que de este modo contribuían a eclipsar nuestro juicio ético, que renuncia a enjuiciar la naturaleza del acto en sí a cambio de establecer requisitos de capacidad legal en la mujer que lo perpetra. En el fondo, esta solución farisaica es la consecuencia inevitable del error primordial (en el que cual ha incurrido, incluso, cierta retórica antiabortista) de considerar el aborto una «tragedia para la mujer que aborta», en lugar de presentarlo, sin aderezos sentimentaloides, como lo que sustantivamente es: un crimen contra la vida más inerme.
mo
 



DÍA MUNDIAL DE LA PAZ

Hoy celebramos el día mundial de la paz y que mejor manera de hacerlo que encomendandonos a Diós con esta oración que en su día proclamó el Papa JUAN PABLO   II.

                        ORACION POR LA PAZ
                                  Juan Pablo II
 

Oh, Dios, Creador del universo,
que extiendes tu preocupación paternal sobre cada criatura y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación;
reconocemos tu amor paternal
que a pesar de la resistencia de la humanidad
y, en un mundo dividido por la disputa y la discordia,
Tú nos haces preparar para la reconciliación.
Renueva en nosotros las maravillas de tu misericordia;
envía tu Espíritu sobre nosotros,
para que él pueda obrar
en la intimidad de nuestros corazones;
para que los enemigos puedan empezar a dialogar;
para que los adversarios puedan estrecharse las manos;
y para que las personas puedan
encontrar entre sí la armonía.
Para que todos puedan comprometerse
en la búsqueda sincera por la verdadera paz;
para que se eliminen todas las disputas,
para que la caridad supere el odio,
para que el perdón venza el deseo de venganza

domingo, 15 de enero de 2012

domingo, 8 de enero de 2012

" EL HOMBRE VIEJO Y SABIO"

EL AMOR ES LO MÁS IMPORTANTE

Precioso video, donde se nos recuerda que el amor es lo más importante en el ser humano, sin él no seríamos almas libres llenas de luz.

sábado, 7 de enero de 2012

HISTORIA DE UN DROGADICTO CON FE


Javier Pro de la Cruz. Ex drogadicto
De la mano de la fe, consiguió superar su adicción a la heroína. "Yo ahora estoy feliz, no tengo miedo", asegura.


Las drogas han dejado un importante rastro de dolor en muchas familias y muchos jóvenes, especialmente la heroína en los años setenta y ochenta.De aquel entonces no solo nos llegan tragedias, sino también historias de esperanza. Nos llegan historias de superación, de personas a las que un día alguien tendió la mano y sacó de lo pro- fundo. Como le sucedió a Javier Pro de la Cruz. Su relato comienza en el madrileño barrio de Fuencarral: “Antes de las drogas empecé a delinquir porque era pobre. robaba para mis gastos. Para ropa, para ir a los coches de choque... desde los 15 años”. Javier perdió la cuenta de las veces que había cometido pequeños hurtos. “¿Que cómo empecé con las drogas?”, pregunta, “son los ambientes. Eso estaba entre mis amistades”.

Robé tantas veces que ni recuerdo porque era todos los días. Solo me importaba drogarme”. A diario como un autómata, se despertaba, iba a robar, después a comprar, consumir y prácticamente, vegetar el resto del día mientras su salud física y psíquica se deterioraba: “Muchos de entonces han muerto. La droga estaba en todas partes y nadie sabía el daño que hacía”.Deteriorada y debilitada su voluntad, Javier recuerda con tristeza que la droga era lo que le dominaba: “Mi dios eran las drogas. No me interesaba nada, ni una chica”. Un día de aquellos que pasaban sin más pena ni gloria, la vida de Javier cambió: “Un chico me prestó su ayuda. Le dije que necesitaba dinero porque no tenía trabajo. Cuando me quité el abrigo, vio que tenía en el bolsillo una jeringuilla. Entonces me llevó a Proyecto Hombre. Empecé a hacer terapia, una terapia que consiste en volver a ser honesto, en recuperar las virtudes”. La vida de Javier comenzaba a tomar forma: “Un día, un amigo me ofreció ir a un grupo de oración y, allí, poco a poco fui encontrando la fe. Aunque, al principio pensaba que estaban un poco chalados”.Para aquel entonces, Javier ya sabía que la heroína le había dejado otro macabro recuerdo. En algún momento de su periplo había contraído el virus del sida.Javier termina la entrevista con esta estremecedora frase:"no me enfado con Dios por no estar sano, porque Él me ha curado de mis males que eran otros. Dios me ha curado de la tristeza”.