domingo, 23 de diciembre de 2012

IV Domingo de Adviento

La presencia divina en la historia, anunciada por Natán y por tantos otros profetas, llega a su momento culminante a través de María: la descendencia de la dinastía de David, es decir, la historia de la salvación del antiguo Israel, alcanza ahora, a través de la Virgen de Nazaret, su plenitud. Es la concepción por obra del Espíritu Santo, es decir, la proclamación de la presencia divina en la carne de Jesús, el hijo de María de Nazaret. La salvación llega a nosotros en la sencillez y la pobreza de un Niño. La Palabra de Dios nos prepara así al misterio de la Navidad.

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